12.15.2008

La Memoria de papel




"Memoria gráfica de Cartagena (1939-1970)" recoge una amplia selección de fotografías que muestran la vida cotidiana en esta ciudad durante tres décadas. Se trata de un homenaje a los cartageneros, que supieron sacar adelante a sus familias pese a todas las dificultades, construyendo las bases de la actual sociedad.

Autor: José Mª Gómez-Vizcaíno Pagán
Tamaño: 24 x 33 cm.
Nº páginas: 190
Nº fotografías: 360
Encuadernación: cosida, con tapas duras.



Dos páginas del libro



El autor

Publicitario y periodista, José Mª Gómez-Vizcaíno Pagán (Cartagena, 1966) se ha dedicado desde hace 25 años al mundo de la comunicación; primero con uno de los pioneros de la publicidad en la Región, Enrique Escudero de Castro, en sus agencias de Murcia y Cartagena (1984–1994) y, después de sus estudios de Ciencias Audiovisuales en la Universidad Complutense de Madrid, con su propia agencia, Arcovoz Comunicación (1995–2009).
Asesor de comunicación de La Manga Club (1994–2006), director del magazine El Mirador y del programa de debate Las Claves de Cartagena, ambos en Tele-Cartagena (1996–1997) y director de la publicación periódica La Gaceta de Cartagena desde su creación en 1997.
Creador y director de ciclos históricos para la Fundación Cajamurcia en sus aulas de cultura de Cartagena y Murcia (2001–2004); y responsable de comunicación de actividades organizadas por el Aula ‘Comandante Villamartín’ (2005–2008) y la Asociación de Amigos del Archivo Histórico de Cartagena (2007).
Profesor en cursos sobre comunicación, en el marco del programa de Formación Permanente del Profesorado (1999–2003).
Autor del libro Pasión por el Cine (1998); documentalista y fotógrafo del Gran Diccionario Popular de Cartagena y su Comarca (A. Sánchez Verdú y F. Martínez Torres, 2002), Pueblos de Cartagena (J.A. Gómez Vizcaíno, 2003) y Calles de Cartagena (J.A. Gómez Vizcaíno, 2007); y coordinador de varios coleccionables para el diario La Opinión (2005–2006).
Colaborador del programa Españoles en la Mar, de Radio Exterior de España (2004–2006), desde 2007 lo es de Onda Cero-Cartagena con el programa Cartagena Plaza Fuerte.

2.01.2008

Los barcos más antiguos del mundo

En 1989 se localizaron en una playa de Mazarrón (Murcia, España) los restos de una embarcación fenicia datada en el siglo VII a. de C., es decir, la nave más antigua jamás hallada en el planeta.
Durante los años siguientes continuaron los trabajos arqueológicos en la bahía de Mazarrón, hasta que en 1994 surgió la sorpresa: había un segundo barco igual al anterior, pero en esta ocasión se encontró prácticamente intacto.
Estos hallazgos han supuesto una verdadera revolución en la arqueología marítima, tanto por los conocimientos que aportan como por el reto que supone su extracción y conservación.


Vista frontal del Mazarrón-2. Para realizar esta fotografía se abrieron todos los paneles metálicos de la estructura que protege el barco, que a modo de 'sarcófago' lo preserva de expoliadores y de los elementos naturales.


¿Realmente son los barcos más antiguos del mundo?
Después de las excavaciones se enviaron a la Universidad de Gröningen 5 fragmentos de madera, abarrote (fajos vegetales empleados para apretar la carga, llenando sus huecos) y una cierta de cantidad de algas del tipo Posidonia oceanica halladas en el interior del barco. Los laboratorios de esta universidad holandesa analizaron las muestras, realizándoles la prueba del Carbono-14. Los resultados fueron que los restos correspondían a un periodo comprendido entre el año 700 y el 550 a. de C.
Esto confirmaba plenamente la fecha proporcionada por los datos arqueológicos. Por ejemplo, en el interior del Mazarrón-2 apareció un ánfora de cerámica del siglo VII a. de C. Este ánfora formaba parte del ajuar del barco, ya que se encontraron numerosos restos de la cuerda que originariamente la forraba y, probablemente, la sujetaban al mástil de la embarcación. Con todos estos datos se puede afirmar que los barcos pertenecen al siglo VII a. de C. y tienen entre 2.600 y 2.650 años de antigüedad.
Para dejar patente la importancia de la antigüedad de estos restos, basta mencionar algunos de los últimos hallazgos en este campo: Hace unos 10 años se excavaron en Marsella dos barcos griegos del siglo VI a. de C.; en las Baleares se encontró en 2002 un barco de un 2.500 años de antigüedad; y hace unos cinco años comenzaron las excavaciones de un barco del siglo VI a. de C. en la costa mediterránea de Turquía. Por su parte, el cazatesoros y explorador submarino Robert Ballard anunció hace unos años haber localizado en el Mar Negro un barco datado entre los siglos V y III a. de C. Pero ni siquiera consta que haya encontrado los restos del barco, la fecha ofrecida es muy imprecisa y llama la atención la ausencia de investigaciones científicas rusas o turcas.
Ninguno de estos barcos tiene la antigüedad de los hallados en Mazarrón. Es posible que existan pequeños fragmentos de embarcaciones más antiguas, pero nada digno de ser llamado ‘barco’.
Pero es que, además, si pensamos en los barcos antiguos más famosos que se exponen en los museos del mundo, vemos que, por ejemplo, los conocidos como 'barcos romanos de Fiumucino', de los que además sólo se conserva la estructura del fondo, son del siglo II d. de C.; los drakkars vikingos daneses tienen unos mil años; y el incompleto barco que guarda el Museo Hecht de Haifa tiene unos 2.400 años.

Arqueólogo del MNAM-CNIAS trabajando en el Mazarrón-2


Cerca de la costa y en una playa concurrida... ¿Cómo es posible que nadie los encontrara antes?
Los restos se encontraron a unos 50 metros de la popular playa de la Isla, en el Puerto de Mazarrón, y a unos escasos tres metros de profundidad. Nos podemos imaginar la cantidad de pescadores, bañistas y buceadores que han pasado por ese lugar sin toparse con los restos de los barcos. Pero es que los barcos fenicios estaban enterrados en la arena y no eran en absoluto visibles para nadie, ni siquiera para los arqueólogos.
Sin embargo, por un paradójico azar, desde hace unas dos décadas, las construcciones realizadas en este tramo de costa (espigones, puertos deportivos, etc.), alteraron las corrientes y el flujo del mar que habían reinado en esta zona durante miles de años. Ello hizo que se alterase la distribución de la arena del fondo, acumulándose en unos lugares y descubriendo otros. Concretamente la construcción de un puerto deportivo en una zona próxima, al Oeste, provocó la retirada de arena de la playa de la Isla y su deposición en la playa del Cachero, al Este; que concluirá en futuro próximo con la unión de la pequeña isleta con la costa.
Gracias a estos desplazamientos de arena quedaron al descubierto o semienterrados numerosos materiales fenicios, lo que llevó al Museo Nacional de Arqueología Marítima-Centro Nacional de Investigaciones Submarinas (MNAM-CNIAS), con sede en Cartagena, a realizar en 1988 una serie de prospecciones en la zona.


Plano de situación y plano de detalle del yacimiento
Al año siguiente se localizó una estructura de madera perteneciente a los restos de un naufragio y en sucesivas inmersiones se comprobó la importancia del hallazgo. De este modo, en 1993 se aprobó el Proyecto Nave Fenicia, desarrollado en dos campañas (1993-94 y 1995), que excavó y recuperó los restos del Mazarrón-1.


Dibujo de los restos del Mazarrón-1

Lo sorprendente es que en la primavera de 1994, durante los trabajos de la antes mencionada primera campaña arqueológica, uno de los buceadores se topó con un pequeño trozo de madera que sobresalía de la arena unos pocos centímetros. Después de hacer un breve sondeo se comprobó que se trataba de otro barco, esta vez mucho más completo y que, además, conservaba aun el cargamento en su interior. Este nuevo barco fenicio recibió el nombre de Mazarrón-2, emprendiéndose más tarde una campaña de excavación entre octubre de 1999 y enero de 2001.

Proa del Mazarrón-2

Después de tantos miles de años, ¿en qué estado se encuentran los barcos?
Al haber quedado los barcos enterrados en la arena, entre estratos de Posidonia oceanica muerta, la madera no se ha desintegrado con el paso del tiempo y la acción del mar. Y aunque la madera saturada de agua sufre un proceso de descomposición que la convierte en un material muy frágil, sin embargo conserva la forma, volumen y su aspecto general, salvo un ostensible oscurecimiento.
Del Mazarrón-1 sólo se conserva la quilla (con una longitud máxima de casi 4 metros) y parte de uno de los costados. Una vez excavado el barco, se hizo un molde de silicona, protegida a su vez con poliéster, extrayéndose los restos, que fueron trasladados al Museo Nacional de Arqueología Marítima (en Cartagena), donde están desde entonces sometidos a procesos de restauración y conservación.
En cuanto al Mazarrón-2 ya he dicho que está mucho más completo y se conserva la carga con la que se hundió, formada sobre todo por lingotes de mineral de plomo; objetos de la tripulación, como un molino de mano; una espuerta de esparto; e incluso el ancla con su estacha.
Su estado de conservación es excelente, ya que está casi completo de proa a popa, con una eslora de algo más de 8 metros, manga de 2,25 m y puntal aproximado 1,10 m. A estribor se ha conservado completo hasta la tapa de regala, mientras a babor faltan algunas trancas.
En su interior conserva todas las cuadernas (de madera de higuera) menos una, unidas al casco del barco mediante cosidos con fibras vegetales. De este modo se aprecia perfectamente el sistema ‘a espiga’ (lengueta y pasador) que une entre sí a las trancas (de madera de pino) que forman el casco.

Dibujo explicativo del sistema de construcción de buques sin clavos metálicos, mediante lenguetas

Sobre la quilla conserva aun la carlinga para embutir el mástil y además cinco bancadas y el encaje para otras dos que se han perdido. También se ha conservado hacia proa un puntal de sujeción de una bancada, aun en su posición vertical original.
Por último, hay que destacar que todos los restos del Mazarrón-2 se conservan en su posición y curvatura originales, a diferencia de los restos del Mazarrón-1, que aparecieron muy incompletos y aplastados contra el fondo marino.


Al haberse alterado las condiciones en que han estado los barcos durante miles de años..., ¿corren ahora riesgo de deteriorarse?
El agua del mar hace que la madera se convierta en un material extremadamente frágil. Pero además, aunque se consiguiera sacarla intacta a la superficie, la madera se degradaría al contacto con la luz y el aire si no se aplican las técnicas de conservación correctas.
Por esta razón, además de idear un ingenioso sistema para extraer los restos del Mazarrón-1, los científicos del MNAM desarrollaron una provechosa investigación para preservarlos y tratarlos, que es toda una referencia mundial en el campo de la conservación de restos arqueológicos submarinos.
Ahora bien, si tenemos en cuenta las dificultades para tratar trozos de madera de casi cuatro metros de largo que ocupan unos metros cuadrados de superficie, en el caso del Mazarrón-1, imaginemos lo que sería someter a este tratamiento a todo el Mazarrón-2.
Por otro lado, los verdaderos peligros para los barcos fenicios son la inacción de las autoridades responsables de su protección y conservación; los cazatesoros, aficionados o profesionales del expolio arqueológico; y las peregrinas ideas de algún que otro político sobre el futuro de los barcos.

El futuro de los barcos fenicios de Mazarrón
Somos únicos en convertir una feliz noticia en un problema. Ante la importancia de los hallazgos, el estupendo trabajo de los arqueólogos del museo cartagenero y su repercusión mundial, en 2001 finalmente se aprobó la construcción de una nueva sede para el MNAM y el CNIAS. En el proyecto encargado por el Ministerio de Cultura al prestigioso arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra, se contemplaban como piezas fundamentales del museo los barcos fenicios. Sin embargo, la construcción de la nueva sede no solo pasó por todo tipo de vicisitudes, convirtiéndose en un objeto arrojadizo entre las administraciones de distinto signo político, sino que además ahora, ¡siete años después!, lo que se plantea es que el museo muestre al público únicamente la reproducción de un barco fenicio. Es decir, una maqueta a escala real.
¿Y que pasará con el barco auténtico? Bien, en 2005 el Ministerio de Cultura, a petición de la Consejería de Cultura y del Ayuntamiento de Mazarrón, decidió que por ahora no se extraería el Mazarrón-2, dejando las manos libres a las autoridades regionales para elaborar un proyecto que permita hacer visitable el barco in situ, a través del entonces recién creado Consorcio Turístico de Mazarrón.
Precisamente, el pasado mes de octubre de 2007, la recién renovada Junta de Gobierno del Consorcio propuso en su primera reunión licitar el “proyecto de accesibilidad del barco fenicio”, que según algunas fuentes podría consistir en una cúpula de cristal sumergida, accesible mediante unas pasarelas, en las que se colocarían una azafatas ataviadas de fenicias...
Esta es la realidad. Las personas que han intervenido a lo largo de casi 20 años en la prospección, excavación, extracción, catalogación y conservación de los barcos fenicios, no decidirán qué se hace con ellos. Son los políticos, en este caso del sector turístico, los que han decidido qué se hará con los barcos más antiguos del mundo.

Nueva sede del Museo Nacional de Arqueología Subacuática (ARQUA), nueva denominación que ha tomado el museo cartagenero coincidiendo con la próxima inauguración de las instalaciones construidas en el puerto

¿Está hundido en Cartagena el sarcófago del faraón Micerinos?


En 1837 un equipo de arqueólogos británicos descubrió la tumba del faraón Micerinos, que reinó en Egipto hace unos 4.500 años. Su sarcófago fue extraído con la intención de trasladarlo a Inglaterra por mar, a bordo de la goleta Beatrice, pero nunca llegó a su destino, ya que naufragó durante un temporal.
Sabemos por el testimonio de unos supervivientes que el buque se hundió el 10 de octubre de 1838 en un punto indeterminado próximo a Cartagena (España). Sin embargo nunca ha podido ser hallado, a pesar de diversas campañas de búsqueda. Así sigue oculto este enorme tesoro arqueológico, privándonos de un hallazgo de repercusión mundial.


La excavación
Inspirado por el afán de aventura y el deseo de alcanzar la fama, el arqueólogo británico Howard Vyse llegó en 1835 a la meseta de Giza dispuesto a descubrir los tesoros que escondía el desierto egipcio.
Sus excavaciones en la pirámide de Keops despertaron gran polémica, tanto por las dudas que generaron sus importantes hallazgos (encontró la vinculación “definitiva” entre el nombre de Keops y la pirámide) como por los métodos empleados para llegar hasta ellos: la dinamita.
En 1837, haciendo de nuevo abundante uso de la dinamita, consiguió alcanzar el interior de la pirámide de Micerinos (la más pequeña de las tres pirámides de Giza). Aunque la pirámide había sido saqueada siglos atrás, el coronel Vyse dio con importantes hallazgos, entre estos el más destacable fue sin duda un sarcófago de piedra, bellamente decorado, pero destapado y vacío, que encontró en la cámara funeraria de la pirámide.


El viaje
Vyse estaba decidido a llevar cuanto antes la valiosa pieza hasta el Museo Británico, para de este modo alcanzar sus objetivos: la fama y convertir Londres en la capital arqueológica mundial, ganándole esta batalla a sus principales rivales: Alemania y Francia. Por ello a finales de septiembre de 1838, en el puerto de Alejandría, embarcó los tesoros hallados en dos buques, que partieron el 30 de ese mes rumbo a Inglaterra.
Uno de esos barcos, la goleta Beatrice, nunca llegó a su destino. De su ruta desde Alejandría hasta el momento del naufragio, únicamente se sabe que la Beatrice alcanzó las islas de Chipre, Cerdeña y Malta.



El naufragio
Azotada por un fuerte temporal, El 13 de octubre la Beatrice se hundió con toda su carga, llevándose al fondo del mar el valioso sarcófago. Aunque nadie conoce el lugar exacto del naufragio, las pocas pistas que hay apuntan a que fue cerca de Cartagena.

En primer lugar toda la tripulación consiguió salvarse alcanzando a nado las costas de Cartagena, aunque algunos de ellos apenas sabían nadar, lo que podría indicar la proximidad del lugar del hundimiento. Por otra parte, según declaró el capitán de la Beatrice en la investigación abierta por la aseguradora del buque, cuando enfiló hacia el puerto más cercano en busca de refugio, chocó contra unas piedras “cerca de Cartagena”.
Hasta ahora todas las investigaciones 'serias' han centrado la búsqueda en la bahía de Cartagena, pese a las hipótesis que apuntan a su desembarco en algún punto de la costa italiana o griega.
Pero nunca jamás se ha vuelto a saber nada del sarcófago ni de la Beatrice.

El sarcófago
Lamentablemente sólo disponemos de los dibujos y descripciones hechas durante la campaña arqueológica dirigida por Howard Vyse. En ellos se retrata un sólido pero delicado sarcófago de basalto realizada de una sola pieza, a excepción de la tapa. Tallado y pulido con exquisito cuidado, reproducía en sus caras exteriores la fachada de un palacio, y era tal su perfección que parecía tallado en madera en lugar de en durísima piedra.
Con más de dos metros y medio y medio de largo y casi un metro de altura y anchura, la mole negro-azulada de casi tres toneladas debía presentar un impresionante aspecto.
Lamentablemente su desaparición nos ha privado de saber si perteneció realmente al faraón Micerinos y de las investigaciones que podían haber hecho los arqueólogos sobre el sarcófago.


La búsqueda
Es fácil imaginar que semejante tesoro despertó el interés de arqueólogos, cazatesoros e incluso de algunos gobiernos desde el mismo momento de su desaparición. Sin embargo nada se supo de su búsqueda hasta que en 1984 el asunto fue tratado por el Congreso de los Diputados de España.
Más de diez años después, en 1995, la Fundación Clós manifestó su interés por emprender una campaña de búsqueda, pero finalmente fue el Centro Nacional de Investigaciones Arqueológicas Submarinas y el Centro de Buceo de la Armada, ambos con sede en Cartagena, los que sumaron sus esfuerzos para intentar localizar la Beatrice y su carga.
El Gobierno de entonces, a través de los ministerios de Cultura y Defensa, demostró un gran interés por esta campaña, haciendo posible que aunasen su talento Iván Negueruela Martínez (director del Museo Nacional de Arqueología y Marítima-Centro Nacional de Investigaciones Arqueológicas Submarinas) y el capitán de navío José Seijo Salazar (jefe del Centro de Buceo de la Armada).
Con los medios disponibles en aquellos momentos se emprendió un rastreo sistemático por la bahía de Cartagena. Y pronto surgió la sorpresa: muy cerca de la entrada al puerto, junto al dique de Navidad, apareció semienterrado en el fondo un buque de dimensiones parecidas a las de la Beatrice, cubierto por grandes bloques de piedra, perfectamente rectangulares, de aspecto similar a los empleados en las pirámides egipcias. Sin embargo la investigación determinó el buque no era la Beatrice y que los grandes bloques no eran más que parte de las estructuras de piedra empleadas en la construcción del dique.
Otros pequeños hallazgos, como la aparición de una pieza de una vajilla, restauraron fugazmente las esperanzas de hallar el sarcófago, pero todo fue en vano. Finalmente se abandonó la búsqueda, retirando los efectivos dispuestos para ello.
No obstante el interés continuó y continúa por parte de arqueólogos, cazatesoros y algún que otro curioso.

¿Aparecerá algún día el sarcófago?
Es posible que la fallida campaña emprendida por el Gobierno español haya desanimado a los políticos para autorizar y unirse a otras propuestas de búsqueda de la Beatrice. La ausencia de datos fiables no contribuye además a fomentar esta aventura.
Sin embargo las modernas tecnologías de exploración submarina están permitiendo, cada vez más, sistemas muy exhaustivos, eficaces y fiables, que a juicio de algunos podrían determinar con exactitud si el sarcófago está hundido en aguas de Cartagena o no.
Por lo tanto la historia no ha acabado. No me cabe duda que el convenio firmado en agosto de 2007 por el Ministerio de Cultura con la Fundación norteamericana Aurora SP Trust (Aurora), “para la prospección arqueofísica de la Bahía de Cartagena”, también alberga la esperanza de dar por fin con semejante hallazgo.
[1]
La razón para unirse a Aurora es que esta dispone del robot de teledetección submarina adecuado para “el estudio y prospección sistemática del fondo submarino de la bahía de Cartagena para localizar, documentar y estudiar los restos arqueológicos a media y gran profundidad”. [2]

El éxito de la campaña de 2007 (se han encontrado grandes anclas antiguas, un par de pecios modernos de los siglos XIX y XX y los restos de un barco romano, bien preservado, datado aproximadamente en el siglo I a. de C.), unido a la experiencia de los arqueólogos del Museo Nacional de Arqueología Marítima y del Centro Nacional de Investigaciones Arqueológicas Submarinas, han conseguido que ya se esté planificando la campaña de 2008, con la intención de estudiar sistemáticamente la costa mediterránea española.
Por lo tanto es posible que esta vez se encuentre o se descarte para siempre la existencia del sarcófago de Micerinos en aguas de Cartagena.

Notas:
1. Nota de prensa del Ministerio de Cultura (agosto 2007).
2. Ibídem.